En tu agujero
Me comes la boca como si nunca hubieras comido unos labios antes. Mi música sigue rozando tu arte, creando así un bello poema en la oscuridad. Mis manos te quitan lentamente la ropa y te entra un breve escalofrío que respondes con un suave apretón a mi trasero, excitándome aún más. Estas solo en ropa interior y yo aun vestido, te parece injusto y del éxtasis, me arrancas la ropa de cuajo. Cuando empiezo a acariciar tus senos por debajo del sujetador sueltas un leve gemido, un leve susurro al oído que te excita y me excita aún más. Te lo quito mientras nos besamos apasionadamente. Tu mano va directa a mi paquete, y notas lo duro que esta ya. Empieza la movida.
Te tumbo boca arriba en la cama y recorro cada rincón de arte. Estás muy excitada, pero seguimos besándonos y sigo bajando y bajando mi lengua por tu cuerpo. Te lamo los pechos, recorro en círculos tus sabrosos pechos, tus gemidos cada vez son más altos, y más pronunciados. Doy un leve pellizco con mis dientes a tus pezones, te vuelves loca, no puedes parar e incluso me pides que acabe ya con esto, pero sabes que me gusta torturarte. Pasado un tiempo y después de haberte castigado un poquito sigo bajando mi lengua, recorro tus brazos, tus manos, tu ombligo hasta que llego a esa línea que separa el bien del mal. No puedes más. La zona esta bastante húmeda, lo compruebo con una leve caricia, miro tu cara y no sé si estas sufriendo o disfrutando. Bajo tus bragas lentamente y, mientras te las quito, voy recorriendo cada tramo de tus piernas, sin ni siquiera levantar la cabeza. Empieza la movida.
Ahora estas desnuda sobre la cama, nuestra cama, y vuelvo a subir con mi lengua de pies a cabeza recorriendo y repasando todos los tramos de tu cuerpo. La música roza tu piel y te encanta, y vuelvo a llegar a tus labios, que me susurran que quieren más y más mientras me quitas el bóxer, lentamente, tal y como yo lo hice. Ahora eres mi esclava, y de nuevo bajo lentamente hasta tu pubis, y lamo tus ingles duramente, acercándome a tu centro de azúcar. Cuando llego abro las puertas de par en par y lamo tu clítoris lentamente, encontrando el punto y castigándolo un poquito, me encanta sentir tu flujo, cómo corre por mis labios y, mientras lo hago, cómo te retuerces de placer. Te como sin descanso introduciendo mi corazón en tu agujero, vibras y lanzas el primer grito al aire, mientras me dices entre gemidos que no puedes más. Empieza la movida.
Dices que ahora es tu turno y, salvajemente, me tumbas sobre nuestra cama, me empiezas a recorrer con la lengua, pero tú lo haces con más arte, con más estilo, creo que castigarte ha sido mi bendición y mi condena, sufro y disfruto mientras lames mi sabroso cuello, mis pequeños pezones, mis delgados brazos y llegas a mi ombligo. Gimo y gimo pidiendo piedad pero sé que no la vas a tener y eso me encanta. Llegas a mis ingles y las lames lentamente, mi pene cada vez está más duro y eso lo notas tú mientras lo acaricias. Lentamente lames mis testículos, y yo me retuerzo. Me atas de pies y manos para que no me mueva pero es imposible. Y subes hasta lo alto de mi glande despacito, haciéndome sufrir de placer. Metes dentro de tu boca mi pene, arriba, abajo, cariño no puedo más, no puedo más, pero me haces sufrir. Juegas con tu lengua, mi pene no puede estar más duro, y eso te encanta. Terminas, yo estoy tumbado y tú de rodillas ante mi. Empieza la movida.
Abres tus preciosas piernas ante mi escuálido cuerpo, te sitúas y te agachas para besarme, estoy rendido, tumbado ante ti ahora yo soy tu esclavo. Lentamente vas bajando tu cadera, noto lo caliente que esta, lo mojado que esta. Y me cuelo en tu agujero, despacio, te noto cada vez más y más dentro, hasta el fondo, y un grito simultaneo. Poco a poco te balanceas, te mueves como nadie se mueve, me dejo llevar, me dominas, me haces tuyo. Vamos poco a poco cada vez más y más rápido, más y más fuerte, ahora somos como dos leones en celo, salvajes, ardientes, bestiales. Las sabanas se han descolocado y la luna nos deja vernos en esta oscuridad. Gemidos, gritos, que le den por culo a los vecinos, se iban a enterar de todas formas. Los gemidos y gritos leves se convierten en gritos escandalosos de placer. Paras tus caderas y mientras te lamo los pechos muevo ágilmente tus caderas, penetrándote duramente, me sientes y te siento tan adentro que en alguna ocasión nuestros ojos se tornan en blanco. Ya no puedo más, me voy, me voy, nos vamos, nos vamos. Y un aullido suena en la vacía noche, la luna sale espantada y se rompe ante un grito incesante.
Me encanta tenerte entre mi pecho, la luna ha huido y en su lugar se asoma el sol a intentar vernos, ha amanecido y estamos en nuestra cama, placidamente y poco a poco y entre tiernos y carnosos besos nos quedamos dormidos. El sol nos aburre.
"Despues de pasar, la noche en tu agujero, salgo del portal, y todo me importa un huevo"